Por. Adolfo fariña
En la República Dominicana, la violencia se
ha convertido en un fenómeno alarmante que afecta a todos los sectores de la
sociedad. Recientemente, hemos sido testigos de reacciones agresivas por parte
de la Policía Nacional, incluyendo apresamientos brutales y asesinatos en
intercambios de disparos. Estos actos no solo generan un clima de miedo, sino
que también perpetúan un ciclo de que parece no tener fin. La forma en que las
autoridades manejan el orden público está enviando un mensaje claro: la brutalidad es una respuesta aceptable ante el desorden.
Los incidentes de cierre a la fuerza de
establecimientos y el uso desmedido de autoridad por parte de los agentes del
orden son ejemplos claros de esta problemática. La represión no resuelve los
conflictos; por el contrario, alimenta la ira y el resentimiento en la
población. Dice Proverbios 15:1 La respuesta amable calma el enojo; la
respuesta violenta lo excita más. Cuando los ciudadanos ven a quienes deberían
protegerlos actuar con brutalidad, se siente una erosión de la confianza en las
instituciones. Este ambiente tenso fomenta una predisposición hacia el
conflicto y el pleito, creando un caldo de cultivo para más furia
La situación se agrava aún más con casos
desgarradores como el asesinato de madres a manos de sus propios hijos o
viceversa. Las noticias sobre familias destruidas por la son cada vez más
comunes y revelan una crisis social profunda. El hecho de que padres e hijos se
conviertan en perpetradores o víctimas es un indicativo claro de que hemos
llegado a un punto crítico. ya no solo se manifiesta en las
calles, sino que ha penetrado en los hogares dominicanos.
La intervención policial, lejos de ser una
solución, parece estar contribuyendo al problema. Los casos de policías que
matan delincuentes en circunstancias cuestionables han generado debates sobre
la ética y el uso del poder. La falta de responsabilidad por parte de las
autoridades refuerza la percepción de que la violencia está normalizada en
nuestra sociedad. La pregunta es: ¿adónde vamos a llegar si continuamos por
este camino? Recordemos la frase muy
conocida de Martin Luther King Jr’. " La oscuridad no
puede expulsar a la oscuridad: solo la luz puede hacerlo. El odio no puede
expulsar al odio: solo el amor puede hacerlo."
Es fundamental que se tomen medidas
efectivas para frenar esta espiral. Necesitamos un llamado urgente a la reflexión
por parte del gobierno, las iglesias y los organismos de derechos humanos. La
comunidad debe exigir un cambio real en las tácticas policiales y un enfoque
más humano y respetuoso hacia los ciudadanos. Si no se actúa pronto, corremos
el riesgo de perder lo poco que queda de cohesión social.
La frase icónica del personaje Chespirito
resuena con fuerza en estos tiempos difíciles: "¿Y ahora quién podrá
defendernos?" Esta interrogante refleja el sentimiento generalizado entre
los dominicanos que claman por seguridad y justicia. Es hora de unirnos como
sociedad para exigir un pare a la violencia y buscar soluciones pacíficas que
nos permitan construir un futuro más seguro para todos.