Opinion: Haití un árbol que nació torcido

Dice un refrán popular, que “árbol que nace torcido, nunca su rama endereza, pues se hace naturaleza el vicio con que ha crecido”. ¿Podría ser ese el caso de Haití? Bueno, a juzgar por los doscientos treinta y un año transcurrido entre el 14 de agosto de 1791, fecha en que bajo la dirección de Toussaint Louverture se levantaron los esclavos haitianos, para conseguir la abolición de la esclavitud que pregonaba la revolución francesa, y el día de hoy, parecería que no se puede enderezar el árbol haitiano, pero, tratándose de humanos, podría producirse una excepción.

Y lo creemos, porque los humanos, distintos a los árboles, tenemos la facultad de la lógica y la razón, para descubrir las causas de nuestras distorsiones actitudinales y conceptuales, lo que nos permite lograr grandes cambios, tanto individuales como colectivos.

En el caso de Haití, entendemos que se puede y, tal vez, nosotros podríamos ayudarlos entendiendo su historia, máxime si recordamos, que en el artículo 11 de nuestra Constitución tenemos consagrado un Tratado de Paz y Amistad Perpetua, firmado con ellos en el año 1929 y ratificado en 1936.

El sentido de odio, rencor y dolor que se refleja en la práctica política de ese hermano país, y que muy bien manipulan, no solo sectores de su oligarquía, sino también otros sectores internacionales interesados en explotar favorablemente un conflicto entre nuestras dos naciones, tienen sus causas fundamentales en la forma en que ellos consiguieron, tanto la abolición de su esclavitud, su independencia, como el pago a que fueron sometidos por Francia, para reconocérsela.

Con relación a la abolición de la esclavitud, hay que destacar, que la gran mayoría de los haitianos y haitianas de hoy, eran esclavos en sus tribus africanas, los cuales vendían a los barcos negreros, para seguir siendo esclavos en las plantaciones en Haití.

Pero en 1789 se produjo la Revolución Francesa que, entre otras cosas, impuso la abolición de la esclavitud, pero esa abolición no se le reconocería fácilmente a los esclavos haitianos, porque por encima de ellos estaban tres capas sociales superiores como eran la burguesía mercantilista monopolista francesa, los colonos blancos y los mulatos libertos dueños de los medios de producción.

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Ningunos de los sectores entendían que la abolición de la esclavitud llegaba hasta los esclavos haitianos, los cuales en esa condición, producían sus grandes riquezas. Fue de ahí que los esclavos negros haitianos fueron haciendo conciencia de la libertad que merecían y se lanzaron a una guerra contra esos sectores esclavistas el 14 de agosto de 1791, hasta que el 29 de agosto de 1793 consiguieron abolir su esclavitud.

Blancos y mulatos se habían unido para luchar contra los negros, llegándose a aliar con los ingleses, pero los franceses, en el interés de no ser derrotados por los ingleses, se aliaron a los negros esclavos, logrando que un amplio número de negros dirigidos por Toussaint Louverture, se les uniera, hecho este que cambió la suerte del dominio francés momentáneamente.

Se produjo una guerra interna entre los colonos blancos, mulatos libertos, franceses y los negros ganada por Toussaint, terminando este último con el poder, hasta el extremo de que el 26 de enero de 1801, ocupó la parte oriental de la isla, basado en el Tratado de Basilea que había sido firmado el 22 de julio de 1795 entre Francia y España.

En medio de los triunfos de Toussaint y los esclavos libertos, Napoleón Bonaparte decidió invadir a los haitianos, enviando más de ochenta navíos, con 58 mil soldados, lo que provocó que Toussaint se fuera a combatir a Haití, donde fue hecho prisionero por las tropas de Napoleón.

Henry Cristopher terminó logrando la Independencia de Haití el primero de enero de 1804. Luego Francia le impone una sanción de 150 millones de francos, para reconocer su independencia.

Esa larga cadena de lucha, traición, dolor y muerte sufrida por nuestros vecinos, los ha marcado por el odio, hasta el extremo de ser hoy, todavía lo que son: un árbol torcido que, tal vez, sus ramas enderece, y así confiar en un porvenir de paz, amor y entendimiento ¡Que así sea!. Tomado de El Nacional

Por: Andrés Fortunato Victoriá
andresfortunato48@hotmail.com

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