Obama fortalece posición EEUU en el Caribe y el Medio Oriente


El presidente de Estados Unidos Barack Obama ha alcanzado dos logros destacables en su política exterior: la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba y el acuerdo nuclear con Irán. Ambos países han mantenido décadas de antagonismo con Estados Unidos, porque prevalecen sistemas políticos contrarios a la democracia representativa que la potencia mundial, con su auto-enarbolado excepcionalismo, se atribuye la misión de exportar.
Sin exigir cambios en el sistema, Obama llegó a esos acuerdos con interlocutores más moderados, eclipsando el discurso de los más radicales que objetaban la injerencia de la gran potencia en los asuntos internos de su estado. Aunque los detractores de las negociaciones arguyen que Obama ha dado su brazo a torcer, legitimando regímenes autoritarios, es más fácil lograr cambios con el alcanzado deshielo.
A medida de que surjan iniciativas privadas podrían aumentar las demandas de derechos civiles y políticos en Cuba. Además, el establecimiento de lazos comerciales disminuye la hipótesis de conflicto entre los actores por la dinámica de interdependencia que se construye. En el caso de Irán, aunque el convenio se circunscribe con la finalidad de evitar que puedan construir una bomba nuclear, el sistema de verificación, control y transparencia exigido por el acuerdo llevará a la construcción de canales de comunicación, y por consiguiente al establecimiento de vínculos de confianza.
Sin embargo, no podemos soslayar el peso que tuvo el aspecto económico para llegar a este punto. El fracaso del sistema comunista en Cuba y las sanciones impuestas a Irán llevaron a sus líderes a flexibilizar sus posiciones para buscar un alivio en sus economías. La primera con un gran potencial para el turismo; y la segunda como productora de petróleo y gas.
En el aspecto geopolítico, una mejoría en las relaciones con Cuba implicaría una mayor influencia de Estados Unidos en la región, en términos de poder blando; y el cambio de un sistema proclamado como baluarte para gobiernos antiestadounidenses y de izquierda, con Venezuela como protagonista.
Mientras, en la volátil región de Medio Oriente, tener a Irán fuera de la categoría de enemigo, contribuiría a disminuir los enfrentamientos étnicos y religiosos. Como potencia chiita, Irán ejerce una influencia directa en sus correligionarios de Yemen, Siria y el Líbano, actualmente enfrentados con sus contrarios sunitas. Además, aunque Obama lo ha descartado, sería más efectivo para ambos luchar de forma coordinada para eliminar un enemigo común: el grupo terrorista Estado Islámico.
Obama tendrá que superar varios obstáculos. En el plano doméstico, la reticencia del Partido Republicano, con mayoría en el Congreso, para levantar el embargo de Cuba y aprobar el acuerdo con Irán; en el plano internacional, el rechazo recalcitrante de sus aliados Israel y Arabia Saudita, a negociar con la República Islámica.
El presidente Obama ha maniobrado en fino con las negociaciones con esos dos sempiternos enemigos, pero no cabe dudas de que las cosas le han salido bien, y es seguro que ambas negociaciones serán aprobadas,  porque en el fondo, en ambos casos prevalece un interés económico; y eso EEUU no lo deja pasar.

Yezmin Cabrera
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