Articulo de opinión


POR ALBERTO QUEZADA

Ahora que el mundo y los que lo dirigen andan en una súper cruzada de propagación y afianzamiento de la ética, transparencia y rendición de cuentas por todos los países del mundo, no le quedaría mal a las entrantes autoridades gubernamentales dominicana comenzar a dar señales en ese sentido.

No lo decimos con ánimo de nada, ni mucho menos con intenciones de dar lecciones de moral ni nada que se parezca, jamás, lo hacemos con el humilde interés de que en esta media isla desaparezca de una vez y por toda esa maldita corrupción pública que nos paraliza.

En sentido, queremos hacer una propuesta que entendemos pudiera contribuir al adecentamiento del manejo de los recursos económicos en la administración pública dominicana y al fortalecimiento de la citada cruzada global que se impulsa desde la Patria de Abram Lincoln.

La propuesta consiste en que como el próximo 16 de agosto se estrena un nuevo Gobierno encabezado por el licenciado Luis Abinader, a los nuevos funcionarios se le requiera de manera obligatoria para asumir el cargo, la presentación su declaración jurada de bienes.

Eso sí, que sea una declaración jurada seria, limpia, sin abultamientos de patrimonios con proyecciones a futuro; y que la misma sea validada previamente por las instancias públicas y privadas que trabajan el tema de la transparencia, ética y rendición de cuentas. 

Sino presentan el citado documento, le sugerimos con todo respeto el señor Luis Abinader, no proceder a designarlo y mucho menos posicionarlo ya que de hacerlo estaría reproduciendo una vieja y repugnante práctica contraria a lo que reclaman los nuevos tiempos y la misma cruzada de que hacemos referencia. De manera que, en estos días que faltan para la toma de posición del nuevo Gobierno, deben ser aprovechados para que los anunciados y futuros funcionarios comiencen a elaborar sus respectivas declaraciones juradas de patrimonio debidamente certificada por un notario público.

Este país no puede continuar dándose el lujo de que los gobiernos que entran y salen en pleno siglo XXI toleren a los flamantes funcionarios construir fabulosas fortunas a expensas de la bóveda pública. Eso no puede ser.
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